Kwame
Nkrumah
Africa debe unirse
Titulo de
la obra original: Africa
Must Unite. Heinemann,
London, 1963. Traducida
por AMELIA
AGUADO. La
revisión técnica estuvo a cargo de ALBERTO
CIRIA © 1965. EDITORIAL
UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES - Viamonte 640. Fundada
por la Universidad de Buenos Aires. Hecho el
depósito de ley IMPRESO EN
LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA.
Dedicado a
GEORGE
PADMORE
(1900 -
1959)
Y a la
Nación Africana que ha de
existir
INTRODUCCIÓN
¡Libertad!
¡Hedsole! ¡Sawaba! ¡Uhuru!
A todo lo largo y lo ancho de África,
hombres, mujeres y niños repiten los lemas del nacionalismo africano, el más importante
fenómeno político de los últimos años del siglo XX.
Jamás en la historia un anhelo de libertad
tan arrollador se había expresado en grandes movimientos de masas como los que
están abatiendo los bastiones del imperio. Este viento de cambios que sopla a
través de África, como lo he dicho antes, no es un viento común. Es un huracán
enfurecido y, ante su fuerza, el viejo orden de cosas no puede quedar en pie.
Los habitantes de África y de Asia, muchos
millones de hombres, no soportan ya con paciencia su condición de leñadores y
buscadores de agua, y se rebelan contra la falsa creencia de que la providencia
ha creado a algunos para que sean siervos de otros.
En lo que va de este siglo hubo ya dos
guerras mundiales en que el grito de combate fue la conservación de la
democracia, el derecho de los pueblos a determinar la forma de gobierno bajo la
cual desean vivir. Los estadistas han
difundido la necesidad de respetar las libertades fundamentales, el derecho de
los hombres a vivir libres de la sombra de temores que rebajen su
dignidad, cuando viven en la
servidumbre, en la pobreza, en la degradación y el menosprecio. Proclamaron la
Carta del Atlántico y la carta de las Naciones Unidas, y dijeron luego que todo
eso no se refería al mundo esclavizado, fuera de los límites del imperialismo y
la arrogancia racial.
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Pero, en el curso de la lucha por su propia
libertad, debieron recurrir, como Abraham Lincoln durante la guerra civil
norteamericana, a la ayuda de los esclavizados, que empezaron a dudar que fuera
justo que se los arrastrara a guerras por la libertad de quienes procuraban
mantenerlos en cautiverio. Las afirmaciones democráticas de los estadistas del
mundo fueron sometidas al examen crítico de los pueblos colonizados. Hombres y
mujeres de las colonias comenzaron a considerarlas como imposturas; era
evidente que no tenían aplicación universal.
EI vasto mundo de pueblos sometidos iba
tomando conciencia de que la libertad les pertenecía por derecho inalienable,
al igual que a aquellos que los habían oprimido, so pretexto de darles la luz y
la civilización cristianas.
Las ideas de libertad y democracia, que el
mundo occidental propagaba activamente en procura de apoyo para su propia
causa, fueron absorbidas con avidez por los hombres a quienes se les había
negado la libertad por la fuerza. Se volvieron, como un bumerang, contra los
que las habían difundido, se convirtieron en doctrina "peligrosa" en
los hombres para quienes no estaban destinadas y fueron alimentando el deseo de
libertad en las zonas marginales del mundo, en donde su significado se percibió
con suma profundidad para aceptarlo plenamente.
Los jefes nacionalistas las tradujeron en
favor de la lucha por la emancipación política y, así, contribuyeron a fomentar
la rebelión de la mayoría de los habitantes del mundo contra sus opresores. De
ese modo, hemos sido testigos del mayor despertar jamás visto en esta tierra de
pueblos oprimidos y explotados contra las potencias que los han mantenido en el
sometimiento. Este es, sin duda alguna, el acontecimiento más significativo del
siglo XX.
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Desde entonces, el siglo XX se ha convertido
en el siglo de la emancipación colonial, el siglo de la revolución que
continuara hasta presenciar, por último, la liberación total de África del
dominio colonial y de la explotación
imperialista. La independencia de Ghana, en 1957, abrió de par en par las compuertas de la libertad
africana. En los cuatro años siguientes, otros dieciocho países africanos
lograron la independencia. Este desarrollo es un factor único en los asuntos internacionales de hoy,
puesto que ha tenido por consecuencia cambios importantes en la composición de
la Organización de las Naciones Unidas y ejerce trascendental influencia en el
equilibrio de las cuestiones mundiales en general. Su resultado es la
ampliación del mundo de las naciones libres, en donde las voces de África y de
los renacidos Estados de Asia, América Latina y el Caribe exigirán, cada vez
con más persistencia, que se les preste la debida atención. Este mundo en expansión de naciones africanas
libres es el punto culminante de la lucha, consciente y decidida, que sostienen
los pueblos africanos para sacudir el yugo del imperialismo y está
transformando al continente. No han caído todavía todos los baluartes del imperialismo.
Algunos se siguen manteniendo en pie, si
bien con brechas abiertas por las tormentosas arremetidas que han debido
soportar. Y nosotros, que hemos luchado por conseguir nuestra independencia, no
descansaremos hasta que no haya caído por tierra la ultima fortaleza del
coloniaje en África.
Porque nos hemos consagrado al logro de la
libertad total del África. He aquí un lazo de unión que alía al África libre
con el África colonial, así como con todos los Estados independientes
consagrados a esta causa. Mi partido, el Convention People's Party [Partido de
la Convención del Pueblo], apoya con fervor, como derecho incuestionable, las
fervientes aspiraciones de libertad de los pueblos todavía sometidos de nuestro continente. Desde los
comienzos, hemos promovido, como política
fundamental, la emancipación absoluta de África con respecto
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al coloniaje en todas sus formas. Hemos
añadido a esto el objetivo de la unión política de los Estados africanos, como
la salvaguardia más segura de nuestra propia libertad, duramente ganada, y como
el cimiento más firme de nuestro progreso, tanto individual como común,
económico, social y cultural.
En mi Autobiografía (como también, en cierto modo, en otro libro
mío, I Speak of Freedorn) traté de mostrar cómo y por qué se desarrolló con
éxito la lucha por la independencia en la entonces Costa de Oro. Ahora, mi
finalidad es bosquejar brevemente el
fundamento africano y los efectos de siglos de coloniaje sobre la vida
política, económica y social de África como un todo, ubicar la evolución de
Ghana en el contexto más amplio de la revolución africana y explicar mi
filosofía política, que se funda en mi convicción de la necesidad de liberar y
unir África y sus islas.(1)
Dado este convencimiento, necesariamente me
conciernen tanto los problemas de todos los diversos países que constituyen
nuestro gran continente como los de Ghana. En consecuencia, hago referencia, a manera de ejemplo, a todos
los modelos del coloniaje. Si, en ocasiones,
1) Las siguientes son las islas de Africa: (1)
Islas Canarias (Gran Canaria, Tenerife, Las Pahnas, Hierro, Fuerteventura,
Lanzaro te), españolas; (2) Islas de Cabo Verde (San Antonio, Santiago),
portuguesas; (3) Madeira e Islas Salvajes, portuguesas; (4) Archipiélago de los
Bisagos (Carabela, Roja), portuguesas; (5) Isla de Los, guinea; (6) Fernando Poo, española; (7) Isla
Príncipe, portuguesa; Santo Tomé, portuguesa; (9) Annobón, española; (lO)
Ascensión, británica; (11) Santa Elena, británica; (12) Tristán da Cunha y
Gough, británicas; (13) Príncipe Eduardo y Marion, sudafricanas; (14)
Madagascar, independiente; (15) Bassas da India, francesa; (16) Europa, francesa; (17) Isla de la Reunión,
francesa; (18) Isla Mauricio, británica; (19) Rodríguez, británica; (20)
Archipiélago de las Comares (Gran Comare, Moheli, Anjuán, Mayotta, Banco del
Geyses, Gloriosas), francesas; (21) Islas Seychelles (Bird, Denis, Silueta,
Praslin, Mahé, Platte, Almirantes, Desroches, Bijoutier, Alfonso, San Francisco, Coetivy, Aldabra, Assumption,
Cosmoledo, Astove, Providence, Sto Pierre, Cerf, Farquhar, Agalega),
británicas; (22) Socotra, británica; (23) Dahlak Kebir, etíope; (24) Zanzíbar, británica; (25)
Pemba, británica; (26) Mafia, británica.
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pareciera que se hace hincapié en el modelo
británico y en los acontecimientos de Chana, ello se debe a que son parte de mi experiencia personal. Han
sido, en gran medida, los agentes modeladores de mis procesos intelectuales y
de mi filosofía política. Pero tengo también, como africano y como político
arrojado al torbellino de los asuntos africanos por mi dedicación a la causa de
la libertad y la unidad de África, una impresión indeleble de la experiencia de
mis hermanos continentales bajo el dominio de otros gobernantes coloniales.
La historia de su sometimiento colonial
difiere de la nuestra solo en los detalles y el grado, no en especie. Hay
quienes hacen sutiles distinciones entre un tipo y otro de coloniaje, que
declaran que los británicos son amos "mejores" que los franceses, o que
los franceses son "mejores"
que los belgas, los portugueses o los colonos blancos de Sudáfrica, como si
hubiera grados de virtud en la imposición de la esclavitud. Estas
diferenciaciones falaces provienen de aquellos que no han experimentado jamás
las miserias y la degradación que traen apareadas la represión y la explotación
coloniales. Con mayor frecuencia, son apologistas del colonialismo ejercido por su propio país, que procura
obtener la defensa del patriotismo jingoísta.
El súbdito colonial, verdadero portador de
la "carga del hombre blanco", no puede tener este enfoque filosófico.
En consecuencia, está imposibilitado para captar la sutil diferencia que existe
entre la obligación de pasar por una puerta con el rótulo "nativos"
en cualquier parte del mundo y la que lleva ese letrero en Johannesburgo, solo
porque esta última suele estar en una zona independiente, segregada.
Cualesquiera que fuesen los medios usados
por los colonialistas, el objetivo era el mismo. No se trata de que un puñado de
hombres de mente sórdida despertara simultáneamente una mañana en Inglaterra,
Francia, Bélgica, Alemania, Portugal y otros países colonialistas, y decidiera que sería bueno caer en África
para restregar en el polvo las narices del pueblo, de tal modo que todos ellos
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pudieran retirarse, con el tiempo, a la
madre patria, ricos y felices a causa de las privaciones padecidas por los
africanos. Era mucho más complejo que eso, pese a las fuerzas compulsivas del
saqueo que, ya en el siglo xv, hicieron salir de su patria a los portugueses
y a otros para robar el oro y el marfil
de África y, más tarde, su tesoro humano, que pasó a enriquecer las arcas de
monarcas y mercaderes occidentales.
Cuando en el último cuarto del siglo XIX
comenzó la gran contienda por África, las colonias se habían convertido en
apéndice necesario del capitalismo europeo que, por entonces, había alcanzado
la etapa del monopolio industrial y financiero, y necesitaba expansión territorial que proporcionara
esferas para inversión de capitales, fuentes de materias primas, mercados y
puntos estratégicos de defensa imperial. AsÍ, todos los imperialistas, sin
excepción, desarrollaron los medios, sus respectivas políticas coloniales, para
lograr los objetivos, la explotación de los territorios súbditos para el
engrandecimiento de los países metropolitanos. Todos eran capaces, todos
supeditaban las necesidades de las tierras sometidas a sus propias demandas,
todos limitaban los derechos y las libertades humanas, todos reprimían y
despojaban, degradaban y oprimían. Se apoderaron de nuestras tierras, nuestras
vidas, nuestros recursos y nuestra dignidad. Sin excepción, solo nos dejaron
nuestro resentimiento y, más tarde, nuestra determinación de ser libres y elevarnos, una vez más, al nivel de hombres y
mujeres que caminan con la cabeza alta.
Cuando llegó ese tiempo y demostramos
nuestra resolución de vernos libres de ellos, como intrusos extranjeros no
invitados ni bien recibidos, todavía se negaron a marcharse hasta que los
obligamos a hacerla. Cuando se fueron y
nos enfrentamos con la realidad total, como en Chana, en los albores de nuestra
independencia, quedó en evidencia de inmediato la miseria en que estaba el país
después de largos años de gobierno colonial. Había arrabales sórdidos y
privaciones en nuestras ciudades, supersticiones y ritos antiguos en las
aldeas. En todo el país,
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grandes extensiones de tierra virgen yacían
incultas e inhabitadas, mientras las enfermedades derivadas de la mala
alimentación hacían estragos entre el pueblo. Nuestros caminos eran escasos,
los ferrocarriles, cortos. Había mucha ignorancia y poca gente capacitada. Más del 8O %
de nuestro pueblo era analfabeto y las escuelas existentes se
alimentaban de papilla imperialista, desvinculadas por completo de nuestros
fundamentos y nuestras necesidades. Los
negocios y el comercio eran controlados, dirigidos y, casi en su totalidad,
llevados a cabo por europeos.
En materia de industrias, no teníamos
ninguna, salvo las de extracción de oro y diamantes. No hacíamos ni un alfiler,
ni un pañuelo, ni un fósforo. La única tela
que producíamos era el kente, tejido a mano, tradicional y exclusivo.
Carecíamos de la mayor parte de las materias primas necesarias para la producción
industrial. Aunque se habían hecho estudios geológicos de nuestro subsuelo, no
sabíamos si esas materias existían o no, porque los informes se habían ocultado
cuidadosamente. Dependíamos del mundo exterior y, muy en particular, del Reino
Unido para prácticamente todo lo que usábamos en la vida diaria.
Entre nuestros caminos estaban los llamados
"caminos políticos", viejos, descuidados y a veces sin pavimentar, de
la época colonial. Los había también
nuevos, trazados después de 1951, año en que mi partido llegó al gobierno.
Existía el puerto de Takoradi y el nuevo muelle .y puerto de Tema estaba en
construcción. Teníamos telégrafo y sistema telefónico. Teníamos una máquina
administrativa eficaz, pero adaptada a las necesidades del gobierno colonial y
no, decididamente , la más apropiada para las nuevas exigencias del estado de
independencia. Como herencia, era
poderosa y amenazadora, y parecería quedar resumida en la desnudez simbólica
que encontramos mis colegas y yo cuando nos trasladamos oficialmente al
Castillo de Christianborg, antigua residencia oficial del gobernador británico.
Mientras recorríamos un cuarto tras otro, nos impresionaba el vacío general.
Salvo uno que otro mueble, no había nada que indicara que
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solo unos pocos días antes vivía y trabajaba
allí alguien. No encontramos ni un trapo, ni un libro, ni un pedazo de papel,
ni un indicio que recordara que allí tuvo su centro, durante muchos años, la
administración colonial.
Esa desnudez completa parecía una línea
interrumpiendo nuestra continuidad. Era como si hubiera existido una intención
definida de cortar todos los lazos entre el pasado y el presente que pudieran
ayudamos a encontrar el rumbo. Era una amonestación encubierta para que
nosotros, por haber rechazado ese pasado, construyéramos solos nuestro futuro.
En cierto modo, empalmaba con nuestra experiencia desde que asumimos el cargo,
en 1951. De cuando en cuando, encontrábamos lagunas en los archivos, falta de
lazos de unión aquí y allá, que nos haCÍan difícil lograr un panorama completo
de ciertos asuntos importantes. Hubo veces en que tuvimos indicios de material
sustraído, de archivos extraviados, de informes "traspapelados".
íbamos a encontrar nuevos claros e interrupciones a medida que ahondábamos más
en la tarea de hacer una empresa en marcha del Estado maltrecho que habíamos
heredado. Esto, lo comprendimos, era parte de la empresa de desalojar a un
beneficiario no muy dispuesto a irse y expresaba una sensación de perjuicios en
actos de petulancia. Por otra parte, puede haber habido cosas que esconder. Era
parte del precio que, entre otras cosas, tuvimos que pagar por la libertad. Es
un precio que todavía estamos pagando y que seguiremos pagando por algún tiempo
más.
Porque la libertad no es un producto que se
"da" a los esclavizados cuando la piden: es una recompensa preciosa,
el brillante trofeo de la lucha y el sacrificio, lucha y sacrificio que no
cesan con la obtención de la libertad. El período de servidumbre deja tras de
sí imposiciones fuera del alcance de las conquistas logradas; a costa de ellas
se llena el vacío dejado por el coloniaje: son la lucha y los trabajos para
edificar los cimientos y luego la superestructura de una economía que eleve los
niveles sociales del pueblo, que le proporcione una vida plena y satisfactoria,
de la cual hayan quedado desterrados
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la carencia y el estancamiento. Debemos
vigilar de cerca nuestra libertad, duramente ganada, y mantenerla a salvo de
las intenciones predatorias de quienes desean volver a imponemos su dominio.
Las naciones nuevas como la nuestra se
enfrentan con tareas y problemas que abrumarían, con seguridad, a Estados mucho
más antiguos, con toda su experiencia e ingenio. Sería bastante difícil si
viviéramos en un mundo pacífico, libre de potencias en conflicto y de países
interesados, ansiosos de intervenir en nuestros asuntos internos y de manejar
nuestras relaciones interiores y exteriores, para separarnos nacional e
internacionalmente.
Tal como estamos, nuestros problemas se
agudizan con los recursos de Jos neocolonialistas. y cuando intentamos tratar
con ellos del modo que, habida cuenta de todos los hechos que conocemos, nos
parece más apropiado para el empeño de mantener la unidad interna, de la cual
dependen nuestra supervivencia y nuestro progreso, se hace aparecer ante el
mundo exterior una imagen nuestra
deformada hasta la distorsión.
Si ese mundo exterior nos niega su simpatía
y su comprensión, tenemos, al menos, derecho de pedir les que nos dejen solos,
para que labremos nuestro destinos en la forma que parezca más afín a nuestras
circunstancias y medios, tanto humanos como materiales. De todos modos, estamos decididos a vencer las
fuerzas destructoras .que se nos oponen y a forjar en África una nación de
Ghana que se destacará como ejemplo
brillante, ante el resto del mundo, de la capacidad del africano para resolver
sus propios problemas.
No me cabe duda de que lo lograremos. Pero
quedan por delante años de trabajos y perseverancia, de restricciones e incluso
de privaciones. Debemos liberamos de las garras del imperialismo económico y
proteger nuestra libertad. Al mismo tiempo, debemos trabajar sin pausa en pro
de la completa liberación y unidad de África.
Existe, de hecho, una correlación entre
estos objetivos. El imperialismo todavía es en África una fuerza muy
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poderosa, con la cual es necesario contar.
Controla nuestra economía. Opera en escala mundial, en combinaciones de muy
diferentes tipos: económico, político, cultural, educativo, militar; utiliza
servicios de espionaje y de información. En el contexto de la nueva y creciente
independencia en África, empieza a asumir formas nuevas y disfraces más
sutiles, y seguirá haciéndolo. Utiliza ya, y continuará sirviéndose de ellas,
las diferentes asociaciones culturales y económicas que el coloniaje impuso
entre los antiguos amos europeos Y sus súbditos
africanos. De ese modo, ha creado Estados clientes, que maneja desde lejos. Ha
de distorsionar tal como lo hace ya,
para explotarlos, los temores latentes del nacionalismo y la
independencia en germen. Ha de avivar, igual que ahora, el fuego de los
intereses sectarios, de la codicia y la ambición personales entre los jefes y
quienes luchan por lograr el poder.
Éstos y muchos otros serán los caminos
tortuosos del neocolonialismo, por medio de los cuales los imperialistas
confían en mantener su dominio total sobre los recursos de África para seguir
enriqueciéndose. Para asegurar su continuada hegemonía sobre este continente, usarán todos y cada uno de los
recursos que estén a su alcance para detener y neutralizar el creciente deseo
de unidad que se extiende entre las grandes masas de la población africana. Del
mismo modo en que nuestra fuerza reside en una política y una acción unificadas para el progreso y el
desarrollo, así la fuerza de los imperialistas reside en nuestra desunión.
Nosotros, en África, solo podemos enfrentarlos eficazmente presentándoles un
frente unificado y una finalidad continental.
Debemos estar constantemente alertas, porque
tenemos la firme determinación de que nuestra libertad nunca sea traicionada. y
esta libertad de construir nuestra economía peligrará mientras uno solo de los
países de este continente permanezca encadenado al gobierno colonial y mientras
existan en suelo africano gobiernos títeres manejados desde el exterior.
Nuestra libertad peligrará mientras los Estados independientes de África se
mantengan separados.
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En este preciso momento, la Unión
Sudafricana está armando una maquinaria militar comparable con la de las
principales naciones de Europa occidental. Éste es un peligro ominoso, no solo
para la batalla de los pueblos africanos que luchan todavía por la libertad,
sino para la existencia misma de los Estados africanos independientes. A menos
que enfrentemos esta amenaza evidente y poderosísima con un frente africano unido, fundado en una
política económica y defensiva común, la estrategia nos eliminará y destruirá
uno por uno.
Nuestro baluarte esencial contra estas
amenazas siniestras y el resto de los múltiples propósitos de los
neocolonialistas están en nuestra unión política. Si queremos permanecer
libres, si queremos disfrutar de todas las ventajas de los ricos recursos de
África, debemos unimos para planificar nuestra defensa completa y el pleno
aprovechamiento de nuestros medios materiales y humanos, en favor de los
intereses de todos nuestros pueblos. "Marchar solos" limitará nuestros
horizontes, restringirá nuestras esperanzas y amenazará nuestra libertad.
Pero como no podemos sentarnos ociosos
mientras esperamos que se concreten nuestras esperanzas de una pronta
unificación de África, nosotros, en Ghana, hacemos nuestros planes; hemos de
luchar sin desmayo para que el nivel de vida de nuestro pueblo sea tan civilizado como lo permitan nuestros propios
medios. Al mismo tiempo, nunca daremos descanso a nuestros esfuerzos en pro de
la total independencia y unidad de este continente africano, por el bien mayor
de toda África y el de cada uno de nosotros, como miembros integrantes de la Unión Africana.
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Nota: El paginado de aquí es el mismo que el
de la edición argentina a que se hizo referencia al inicio.
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