domingo, 11 de febrero de 2018

África debe unirse. Kwame Nkrumah. Introducción.



 Kwame Nkrumah
Africa debe unirse 
Titulo de la obra original: Africa Must Unite. Heinemann, London, 1963. Traducida por AMELIA AGUADO. La revisión técnica estuvo a cargo de ALBERTO CIRIA © 1965. EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES - Viamonte 640.  Fundada por la Universidad de Buenos Aires.  Hecho el depósito de ley  IMPRESO EN LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA.

Dedicado a
GEORGE PADMORE
(1900 - 1959)
Y a la Nación Africana que ha de existir


INTRODUCCIÓN

¡Libertad! ¡Hedsole! ¡Sawaba! ¡Uhuru!

A todo lo largo y lo ancho de África, hombres, mujeres y niños repiten los lemas del nacionalismo africano, el más importante fenómeno político de los últimos años del siglo XX.

Jamás en la historia un anhelo de libertad tan arrollador se había expresado en grandes movimientos de masas como los que están abatiendo los bastiones del imperio. Este viento de cambios que sopla a través de África, como lo he dicho antes, no es un viento común. Es un huracán enfurecido y, ante su fuerza, el viejo orden de cosas no puede quedar en pie.

Los habitantes de África y de Asia, muchos millones de hombres, no soportan ya con paciencia su condición de leñadores y buscadores de agua, y se rebelan contra la falsa creencia de que la providencia ha creado a algunos para que sean siervos de otros.

En lo que va de este siglo hubo ya dos guerras mundiales en que el grito de combate fue la conservación de la democracia, el derecho de los pueblos a determinar la forma de gobierno bajo la cual desean vivir. Los  estadistas han difundido la necesidad de respetar las libertades fundamentales, el derecho de los hombres a vivir libres de la sombra de temores que rebajen su dignidad,  cuando viven en la servidumbre, en la pobreza, en la degradación y el menosprecio. Proclamaron la Carta del Atlántico y la carta de las Naciones Unidas, y dijeron luego que todo eso no se refería al mundo esclavizado, fuera de los límites del imperialismo y la arrogancia racial.
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Pero, en el curso de la lucha por su propia libertad, debieron recurrir, como Abraham Lincoln durante la guerra civil norteamericana, a la ayuda de los esclavizados, que empezaron a dudar que fuera justo que se los arrastrara a guerras por la libertad de quienes procuraban mantenerlos en cautiverio. Las afirmaciones democráticas de los estadistas del mundo fueron sometidas al examen crítico de los pueblos colonizados. Hombres y mujeres de las colonias comenzaron a considerarlas como imposturas; era evidente que no tenían aplicación universal. 

EI vasto mundo de pueblos sometidos iba tomando conciencia de que la libertad les pertenecía por derecho inalienable, al igual que a aquellos que los habían oprimido, so pretexto de darles la luz y la civilización   cristianas.

Las ideas de libertad y democracia, que el mundo occidental propagaba activamente en procura de apoyo para su propia causa, fueron absorbidas con avidez por los hombres a quienes se les había negado la libertad por la fuerza. Se volvieron, como un bumerang, contra los que las habían difundido, se convirtieron en doctrina "peligrosa" en los hombres para quienes no estaban destinadas y fueron alimentando el deseo de libertad en las zonas marginales del mundo, en donde su significado se percibió con suma profundidad para aceptarlo plenamente.

Los jefes nacionalistas las tradujeron en favor de la lucha por la emancipación política y, así, contribuyeron a fomentar la rebelión de la mayoría de los habitantes del mundo contra sus opresores. De ese modo, hemos sido testigos del mayor despertar jamás visto en esta tierra de pueblos oprimidos y explotados contra las potencias que los han mantenido en el sometimiento. Este es, sin duda alguna, el acontecimiento más significativo del siglo XX.
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Desde entonces, el siglo XX se ha convertido en el siglo de la emancipación colonial, el siglo de la revolución que continuara hasta presenciar, por último, la liberación total de África del dominio colonial y de la explotación  imperialista. La independencia de Ghana, en 1957, abrió  de par en par las compuertas de la libertad africana. En los cuatro años siguientes, otros dieciocho países africanos lograron la independencia. Este desarrollo es un factor  único en los asuntos internacionales de hoy, puesto que ha tenido por consecuencia cambios importantes en la composición de la Organización de las Naciones Unidas y ejerce trascendental influencia en el equilibrio de las cuestiones mundiales en general. Su resultado es la ampliación del mundo de las naciones libres, en donde las voces de África y de los renacidos Estados de Asia, América Latina y el Caribe exigirán, cada vez con más persistencia, que se les preste la debida atención.  Este mundo en expansión de naciones africanas libres es el punto culminante de la lucha, consciente y decidida, que sostienen los pueblos africanos para sacudir el yugo del imperialismo y está transformando al continente. No han caído todavía  todos los baluartes del imperialismo.

Algunos se siguen manteniendo en pie, si bien con brechas abiertas por las tormentosas arremetidas que han debido soportar. Y nosotros, que hemos luchado por conseguir nuestra independencia, no descansaremos hasta que no haya caído por tierra la ultima fortaleza del coloniaje en África.

Porque nos hemos consagrado al logro de la libertad total del África. He aquí un lazo de unión que alía al África libre con el África colonial, así como con todos los Estados independientes consagrados a esta causa. Mi partido, el Convention People's Party [Partido de la Convención del Pueblo], apoya con fervor, como derecho incuestionable, las fervientes aspiraciones de libertad de los pueblos todavía  sometidos de nuestro continente. Desde los comienzos, hemos promovido, como política  fundamental,  la emancipación  absoluta de África con respecto
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al coloniaje en todas sus formas. Hemos añadido a esto el objetivo de la unión política de los Estados africanos, como la salvaguardia más segura de nuestra propia libertad, duramente ganada, y como el cimiento más firme de nuestro progreso, tanto individual como común, económico, social y cultural.

En mi Autobiografía  (como también, en cierto modo, en otro libro mío, I Speak of Freedorn) traté de mostrar cómo y por qué se desarrolló con éxito la lucha por la independencia en la entonces Costa de Oro. Ahora, mi finalidad es bosquejar brevemente el  fundamento africano y los efectos de siglos de coloniaje sobre la vida política, económica y social de África como un todo, ubicar la evolución de Ghana en el contexto más amplio de la revolución africana y explicar mi filosofía política, que se funda en mi convicción de la necesidad de liberar y unir África y sus islas.(1)


Dado este convencimiento, necesariamente me conciernen tanto los problemas de todos los diversos países que constituyen nuestro gran continente como los de Ghana. En consecuencia,  hago referencia, a manera de ejemplo, a todos los modelos del coloniaje. Si, en ocasiones,

1)  Las siguientes son las islas de Africa: (1) Islas Canarias (Gran Canaria, Tenerife, Las Pahnas, Hierro, Fuerteventura, Lanzaro te), españolas; (2) Islas de Cabo Verde (San Antonio, Santiago), portuguesas; (3) Madeira e Islas Salvajes, portuguesas; (4) Archipiélago de los Bisagos (Carabela, Roja), portuguesas; (5) Isla de Los, guinea;  (6) Fernando Poo, española; (7) Isla Príncipe, portuguesa; Santo Tomé, portuguesa; (9) Annobón, española; (lO) Ascensión, británica; (11) Santa Elena, británica; (12) Tristán da Cunha y Gough, británicas; (13) Príncipe Eduardo y Marion, sudafricanas; (14) Madagascar, independiente; (15) Bassas da India, francesa; (16)  Europa, francesa; (17) Isla de la Reunión, francesa; (18) Isla Mauricio, británica; (19) Rodríguez, británica; (20) Archipiélago de las Comares (Gran Comare, Moheli, Anjuán, Mayotta, Banco del Geyses, Gloriosas), francesas; (21) Islas Seychelles (Bird, Denis, Silueta, Praslin, Mahé, Platte, Almirantes, Desroches, Bijoutier, Alfonso,  San Francisco, Coetivy, Aldabra, Assumption, Cosmoledo, Astove, Providence, Sto Pierre, Cerf, Farquhar, Agalega), británicas; (22) Socotra, británica; (23) Dahlak  Kebir, etíope; (24) Zanzíbar, británica; (25) Pemba, británica; (26) Mafia, británica.
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pareciera que se hace hincapié en el modelo británico y en los acontecimientos de Chana, ello se debe a que  son parte de mi experiencia personal. Han sido, en gran medida, los agentes modeladores de mis procesos intelectuales y de mi filosofía política. Pero tengo también, como africano y como político arrojado al torbellino de los asuntos africanos por mi dedicación a la causa de la libertad y la unidad de África, una impresión indeleble de la experiencia de mis hermanos continentales bajo el dominio de otros  gobernantes coloniales.

La historia de su sometimiento colonial difiere de la nuestra solo en los detalles y el grado, no en especie. Hay quienes hacen sutiles distinciones entre un tipo y otro de coloniaje, que declaran que los británicos son amos "mejores" que los franceses, o que los   franceses son "mejores" que los belgas, los portugueses o los colonos blancos de Sudáfrica, como si hubiera grados de virtud en la imposición de la esclavitud. Estas diferenciaciones falaces provienen de aquellos que no han experimentado jamás las miserias y la degradación que traen apareadas la represión y la explotación coloniales. Con mayor frecuencia, son apologistas del colonialismo   ejercido por su propio país, que procura obtener la defensa del patriotismo jingoísta.

El súbdito colonial, verdadero portador de la "carga del hombre blanco", no puede tener este enfoque filosófico. En consecuencia, está imposibilitado para captar la sutil diferencia que existe entre la obligación de pasar por una puerta con el rótulo "nativos" en cualquier parte del mundo y la que lleva ese letrero en Johannesburgo, solo porque esta última suele estar en una zona independiente, segregada.


Cualesquiera que fuesen los medios usados por los colonialistas, el objetivo era el mismo. No se trata de que un puñado de hombres de mente sórdida despertara simultáneamente una mañana en Inglaterra, Francia, Bélgica, Alemania, Portugal y otros países colonialistas,  y decidiera que sería bueno caer en África para restregar en el polvo las narices del pueblo, de tal modo que todos ellos
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pudieran retirarse, con el tiempo, a la madre patria, ricos y felices a causa de las privaciones padecidas por los africanos. Era mucho más complejo que eso, pese a las fuerzas compulsivas del saqueo que, ya en el siglo xv, hicieron salir de su patria a los portugueses y  a otros para robar el oro y el marfil de África y, más tarde, su tesoro humano, que pasó a enriquecer las arcas de monarcas y mercaderes occidentales.

Cuando en el último cuarto del siglo XIX comenzó la gran contienda por África, las colonias se habían convertido en apéndice necesario del capitalismo europeo que, por entonces, había alcanzado la etapa del monopolio industrial y financiero, y necesitaba   expansión territorial que proporcionara esferas para inversión de capitales, fuentes de materias primas, mercados y puntos estratégicos de defensa imperial. AsÍ, todos los imperialistas, sin excepción, desarrollaron los medios, sus respectivas políticas coloniales, para lograr los objetivos, la explotación de los territorios súbditos para el engrandecimiento de los países metropolitanos. Todos eran capaces, todos supeditaban las necesidades de las tierras sometidas a sus propias demandas, todos limitaban los derechos y las libertades humanas, todos reprimían y despojaban, degradaban y oprimían. Se apoderaron de nuestras tierras, nuestras vidas, nuestros recursos y nuestra dignidad. Sin excepción, solo nos dejaron nuestro resentimiento y, más tarde, nuestra determinación de ser libres y  elevarnos, una vez más, al nivel de hombres y mujeres que caminan con la cabeza alta.

Cuando llegó ese tiempo y demostramos nuestra resolución de vernos libres de ellos, como intrusos extranjeros no invitados ni bien recibidos, todavía se negaron a marcharse hasta que los obligamos a hacerla. Cuando se  fueron y nos enfrentamos con la realidad total, como en Chana, en los albores de nuestra independencia, quedó en evidencia de inmediato la miseria en que estaba el país después de largos años de gobierno colonial. Había arrabales sórdidos y privaciones en nuestras ciudades, supersticiones y ritos antiguos en las aldeas. En todo el país,
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grandes extensiones de tierra virgen yacían incultas e inhabitadas, mientras las enfermedades derivadas de la mala alimentación hacían estragos entre el pueblo. Nuestros caminos eran escasos, los ferrocarriles, cortos. Había mucha ignorancia y poca gente capacitada.  Más del 8O %  de nuestro pueblo era analfabeto y las escuelas existentes se alimentaban de papilla imperialista, desvinculadas por completo de nuestros fundamentos y nuestras necesidades.  Los negocios y el comercio eran controlados, dirigidos y, casi en su totalidad, llevados a cabo por europeos.

En materia de industrias, no teníamos ninguna, salvo las de extracción de oro y diamantes. No hacíamos ni un alfiler, ni un pañuelo, ni un fósforo. La única tela  que producíamos era el kente, tejido a mano, tradicional y exclusivo. Carecíamos de la mayor parte de las materias primas necesarias para la producción industrial. Aunque se habían hecho estudios geológicos de nuestro subsuelo, no sabíamos si esas materias existían o no, porque los informes se habían ocultado cuidadosamente. Dependíamos del mundo exterior y, muy en particular, del Reino Unido para prácticamente todo lo que usábamos en la vida diaria.

Entre nuestros caminos estaban los llamados "caminos políticos", viejos, descuidados y a veces sin pavimentar, de la época colonial.  Los había también nuevos, trazados después de 1951, año en que mi partido llegó al gobierno. Existía el puerto de Takoradi y el nuevo muelle .y puerto de Tema estaba en construcción. Teníamos telégrafo y sistema telefónico. Teníamos una máquina administrativa eficaz, pero adaptada a las necesidades del gobierno colonial y no, decididamente , la más apropiada para las nuevas exigencias del estado de independencia.  Como herencia, era poderosa y amenazadora, y parecería quedar resumida en la desnudez simbólica que encontramos mis colegas y yo cuando nos trasladamos oficialmente al Castillo de Christianborg, antigua residencia oficial del gobernador británico. Mientras recorríamos un cuarto tras otro, nos impresionaba el vacío general. Salvo uno que otro mueble, no había nada que indicara que
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solo unos pocos días antes vivía y trabajaba allí alguien. No encontramos ni un trapo, ni un libro, ni un pedazo de papel, ni un indicio que recordara que allí tuvo su centro, durante muchos años, la administración colonial.

Esa desnudez completa parecía una línea interrumpiendo nuestra continuidad. Era como si hubiera existido una intención definida de cortar todos los lazos entre el pasado y el presente que pudieran ayudamos a encontrar el rumbo. Era una amonestación encubierta para que nosotros, por haber rechazado ese pasado, construyéramos solos nuestro futuro. En cierto modo, empalmaba con nuestra experiencia desde que asumimos el cargo, en 1951. De cuando en cuando, encontrábamos lagunas en los archivos, falta de lazos de unión aquí y allá, que nos haCÍan difícil lograr un panorama completo de ciertos asuntos importantes. Hubo veces en que tuvimos indicios de material sustraído, de archivos extraviados, de informes "traspapelados". íbamos a encontrar nuevos claros e interrupciones a medida que ahondábamos más en la tarea de hacer una empresa en marcha del Estado maltrecho que habíamos heredado. Esto, lo comprendimos, era parte de la empresa de desalojar a un beneficiario no muy dispuesto a irse y expresaba una sensación de perjuicios en actos de petulancia. Por otra parte, puede haber habido cosas que esconder. Era parte del precio que, entre otras cosas, tuvimos que pagar por la libertad. Es un precio que todavía estamos pagando y que seguiremos pagando por algún tiempo más.

Porque la libertad no es un producto que se "da" a los esclavizados cuando la piden: es una recompensa preciosa, el brillante trofeo de la lucha y el sacrificio, lucha y sacrificio que no cesan con la obtención de la libertad. El período de servidumbre deja tras de sí imposiciones fuera del alcance de las conquistas logradas; a costa de ellas se llena el vacío dejado por el coloniaje: son la lucha y los trabajos para edificar los cimientos y luego la superestructura de una economía que eleve los niveles sociales del pueblo, que le proporcione una vida plena y satisfactoria, de la cual hayan quedado desterrados
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la carencia y el estancamiento. Debemos vigilar de cerca nuestra libertad, duramente ganada, y mantenerla a salvo de las intenciones predatorias de quienes desean volver a imponemos su dominio.

Las naciones nuevas como la nuestra se enfrentan con tareas y problemas que abrumarían, con seguridad, a Estados mucho más antiguos, con toda su experiencia e ingenio. Sería bastante difícil si viviéramos en un mundo pacífico, libre de potencias en conflicto y de países interesados, ansiosos de intervenir en nuestros asuntos internos y de manejar nuestras relaciones interiores y exteriores, para separarnos nacional e internacionalmente.

Tal como estamos, nuestros problemas se agudizan con los recursos de Jos neocolonialistas. y cuando intentamos tratar con ellos del modo que, habida cuenta de todos los hechos que conocemos, nos parece más apropiado para el empeño de mantener la unidad interna, de la cual dependen nuestra supervivencia y nuestro progreso, se hace aparecer ante el mundo exterior una imagen nuestra  deformada hasta la distorsión.

Si ese mundo exterior nos niega su simpatía y su comprensión, tenemos, al menos, derecho de pedir les que nos dejen solos, para que labremos nuestro destinos en la forma que parezca más afín a nuestras circunstancias y medios, tanto humanos como materiales. De   todos modos, estamos decididos a vencer las fuerzas destructoras .que se nos oponen y a forjar en África una nación de Ghana que  se destacará como ejemplo brillante, ante el resto del mundo, de la capacidad del africano para resolver sus propios problemas.

No me cabe duda de que lo lograremos. Pero quedan por delante años de trabajos y perseverancia, de restricciones e incluso de privaciones. Debemos liberamos de las garras del imperialismo económico y proteger nuestra libertad. Al mismo tiempo, debemos trabajar sin pausa en pro de la completa liberación y unidad de África.

Existe, de hecho, una correlación entre estos objetivos. El imperialismo todavía es en África una fuerza muy
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poderosa, con la cual es necesario contar. Controla nuestra economía. Opera en escala mundial, en combinaciones de muy diferentes tipos: económico, político, cultural, educativo, militar; utiliza servicios de espionaje y de información. En el contexto de la nueva y creciente independencia en África, empieza a asumir formas nuevas y disfraces más sutiles, y seguirá haciéndolo. Utiliza ya, y continuará sirviéndose de ellas, las diferentes asociaciones culturales y económicas que el coloniaje impuso entre los antiguos amos  europeos Y sus súbditos africanos. De ese modo, ha creado Estados clientes, que maneja desde lejos. Ha de distorsionar tal como lo hace ya,  para explotarlos, los temores latentes del nacionalismo y la independencia en germen. Ha de avivar, igual que ahora, el fuego de los intereses sectarios, de la codicia y la ambición personales entre los jefes y quienes luchan por lograr el poder.

Éstos y muchos otros serán los caminos tortuosos del neocolonialismo, por medio de los cuales los imperialistas confían en mantener su dominio total sobre los recursos de África para seguir enriqueciéndose. Para asegurar su continuada hegemonía sobre este  continente, usarán todos y cada uno de los recursos que estén a su alcance para detener y neutralizar el creciente deseo de unidad que se extiende entre las grandes masas de la población africana. Del mismo modo en que nuestra fuerza reside en una política y una   acción unificadas para el progreso y el desarrollo, así la fuerza de los imperialistas reside en nuestra desunión. Nosotros, en África, solo podemos enfrentarlos eficazmente presentándoles un frente unificado y una finalidad continental.

Debemos estar constantemente alertas, porque tenemos la firme determinación de que nuestra libertad nunca sea traicionada. y esta libertad de construir nuestra economía peligrará mientras uno solo de los países de este continente permanezca encadenado al gobierno colonial y mientras existan en suelo africano gobiernos títeres manejados desde el exterior. Nuestra libertad peligrará mientras los Estados independientes de África se mantengan separados.
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En este preciso momento, la Unión Sudafricana está armando una maquinaria militar comparable con la de las principales naciones de Europa occidental. Éste es un peligro ominoso, no solo para la batalla de los pueblos africanos que luchan todavía por la libertad, sino para la existencia misma de los Estados africanos independientes. A menos que enfrentemos esta amenaza evidente y poderosísima  con un frente africano unido, fundado en una política económica y defensiva común, la estrategia nos eliminará y destruirá uno por  uno.

Nuestro baluarte esencial contra estas amenazas siniestras y el resto de los múltiples propósitos de los neocolonialistas están en nuestra unión política. Si queremos permanecer libres, si queremos disfrutar de todas las ventajas de los ricos recursos de África, debemos unimos para planificar nuestra defensa completa y el pleno aprovechamiento de nuestros medios materiales y humanos, en favor de los intereses de todos nuestros pueblos. "Marchar solos" limitará nuestros horizontes, restringirá nuestras esperanzas y amenazará nuestra libertad.

Pero como no podemos sentarnos ociosos mientras esperamos que se concreten nuestras esperanzas de una pronta unificación de África, nosotros, en Ghana, hacemos nuestros planes; hemos de luchar sin desmayo para que el nivel de vida de nuestro pueblo sea tan  civilizado como lo permitan nuestros propios medios. Al mismo tiempo, nunca daremos descanso a nuestros esfuerzos en pro de la total independencia y unidad de este continente africano, por el bien mayor de toda África y el de cada uno de nosotros, como  miembros integrantes de la Unión Africana.
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Nota: El paginado de aquí es el mismo que el de la edición argentina a que se hizo referencia al inicio.

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